(Quinta parte)
Primeros pasos (segunda parte)
Este estado maravilloso conocido con el nombre de nube rosa, de repente comienza a desvanecerse, en las juntas la terapia comienza a penetrar en esa dura caparazón de inconciencia. Es un hecho real que comienzan a sentirse sensaciones de desasosiego, de inquietud, inclusive a nivel físico, al escuchar a los compañeros desde la tribuna hacer su catarsis, o franca o abiertamente dirigirse a uno en un afán de confrontarlo con su realidad. La aparente indiferencia, las relaciones instintivas que como latigazo en ocasiones anteriores surcaban la conciencia, y lo hacían llenarse de indignación, para abordar la tribuna y entrar “al toma y daca”, que se gesta en el seno de nuestros grupos, se va haciendo más frecuente, sin que esta táctica de simular nuestro verdadero problema nos siga presentando la eficaz ayuda en 24 horas antes.
Cada día nos vamos más aporreados, manifestándose diversos estados que aun cuando eran conocidos por nosotros, en las resacas alcohólicos nunca fueron ni tan seguidos, ni tan agudos; el sueño parece abandonarnos, las noches insomnes se hacen más frecuentes, en algunas ocasiones acompañadas de estados depresivos, o francamente angustiosos, una verdadera confusión.
Efectivamente ha sido trastocada nuestra fachada, va desapareciendo el autoengaño, y en el movimiento pendular de nuestra recuperación, viajamos al extremo. Tal parece que hemos perdido nuestra identidad, no somos quien creíamos, y la zozobra y la incertidumbre nos hacen sentirnos como el agujero de una rosca.
Como en todos los estados de nuestra recuperación, la desesperanza marca el límite de la esperanza, el nacimiento de la fe, hundido en un mar de confusiones, dudas e incertidumbres, en el vértice de la tormenta añorando la nube rosa y deseando retrotraer el reloj. Para volver a este estado de deliciosa tranquilidad, incesantemente se pregunta uno, porque se ha perdido, viviendo la frustración de sentir que va uno para atrás, una completa desesperanza. Los compañeros le mencionan a uno de manera persistente, que nada más hay una salida, la derrota; para unos, el oasis, el sosiego, la pelea ya terminó, para otros la rebelión brutal de los instintos, la defensa de la enfermedad a las gradas de la locura y de la muerte, tendrán que vivir una derrota en agonía, otros la pasaran de largo, la soslayarán, viajarán en la superficie de la recuperación, pero a fin de cuentas, lo fundamental es que nadie beba.
Para los que con ayuda del Poder Superior logrando la derrota, llegar a ceros, de manera lenta para paulatina, ir despejándose el camino que rumbo a la desintegración total tuvimos que recorrer. Efectivamente muchos de nuestros compañeros llegan a nuestros grupos del baldío, de los albañales, habiendo perdido trabajo, hogar, y roto todo vínculo que los mantenía unidos a la sociedad, años de vivir en este estado infrahumano, podría creerse que por solo este hecho la admisión de la derrota ante el alcohol y ante la vida, pudieran ser más fácil. La experiencia ha demostrado que no es así, que cualquiera que sea la condición del enfermo alcohólico defenderá la enfermedad, defenderá su estado de evasión total o parcial, que le evita confrontar su verdadera situación. Muchos de estos compañeros transitan por nuestros grupos sin dejar huella, en unos casos por haberse perdido todos los niveles de conciencia, por no haber podido captar ni lograr ese pequeño flashazo de conciencia, que se requiere para el inicio de nuestra recuperación. Aquellos que logran quedarse, llegan a ser buenos Alcohólicos Anónimos.
Al inicio de Alcohólicos Anónimos, Bill señalaba, que solamente aquellos que verdaderamente habían tocado un fondo dramático, podían tener oportunidad de obtener cierto grado de sobriedad. Con posterioridad llegaron quienes conservaban relaciones familiares, trabajo y aún posición social y estos también comenzaron a quedarse, aun cuando tuvieron que tocar fondo dentro del grupo emocionalmente.
En esta última frase está contenido todo. Tenemos que tocar fondo dentro del grupo de Alcohólicos Anónimos, de ahí la rebelión de los instintos, la defensa del autoengaño y una serie de crisis que acompañan el lento descenso hacia la derrota. Reconfortante esta situación cuando se da uno cuenta que lo único que ha pasado es que le han abollado a uno el ego. Del cero no sigue más que el uno y que de esta posición todo será ganancia, de lo contrario seguirá uno inconforme con su realidad y cualquier problema incidental lo volverá a afectar y significará crisis y crisis, hasta que quebrante nuestra prepotencia y decidamos ceder los bártulos a Dios.
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